Su hermano había dedicado la mayor parte de su tiempo a poner a parir a Eddie -porque Henry le tenía miedo y envidia, había comprendido Eddie al final-, pero se acordaba de un día en que Henry le había sorprendido diciéndole algo amable. En realidad más que amable: anonadante.
Algunos chicos de la pandilla se habían sentado en el callejón situado detrás de Dahlie’s… Aquel día habían hablado de a quién querría cada uno a su lado en una gran bronca…
…Entonces le llegó el turno a Henry Dean. Meditó la cuestión con el profundo detenimiento que requería, y luego le echó el brazo por los hombros a su sorprendido hermano.
—Eddie —dijo—. Mi hermanito. Él es el hombre.
Todos lo miraron atónitos… y ninguno más atónito que el propio Eddie. La mandíbula se le había descolgado a la altura de la hebilla del cinturón. Entonces Jimmy Polio protestó: —Venga ya, Henry, déjate de gilipolleces. Es un asunto serio. ¿Quién querrías tener a tu lado si la situación se pusiera chunga?
—Estoy hablando en serio —había replicado Henry.
—¿Por qué Eddie? —inquirió Georgie Pratt, formulando la pregunta que rondaba en la propia mente de Eddie—. No sería capaz ni de romper una bolsa de papel que le colaran en la cabeza. Ni aunque estuviera mojada. ¿Por qué coño él?
Henry reflexionó un poco más… no porque no supiera por qué, Eddie estaba convencido de ello, sino porque debía pensar en cómo expresarlo.
—Porque —explicó al fin— cuando Eddie está en esa puta zona suya, es capaz de convencer al diablo de que se prenda fuego a sí mismo.
Busquen esa zona, encuéntrenla…también serán capaces de convencer al diablo de que se prenda fuego a sí mismo
(Fragmento extraído del libro “La Torre Oscura”, de S.King)